Montañas.
Sentado en la plazoleta,
silbando los cuerpos,
de la poesía que se
desparrama,
en la hoja verde de un
árbol al pasar,
Mediando el torno
incrédulo,
arremolinando todo en un
contorno incipiente,
redactando documentos
pretéritos,
surcando la voz del viento
arrabalero,
Pensando la arremetida
compleja,
la sorpresa contenida,
la vuelta al 168,
a la línea concisa, (e
inspiradora)
Atajos de la perdición,
(sembraron tus valles)
la resistencia débil
venció a Goliat,
y el cabello largo
enloqueció,
la lapicera temblaba,
y dibujaba líneas
zigzagueantes, (el infierno mismo)
Arenas movedizas eran mi
cama desnuda,
sabiendo tus habilidades
profanas,
supuse el beso maldito,
te arremetí en el
contorno de tus montañas,
para explotar tus ríos
templados,
Sentí tus manos aferrarse
al colchón,
dibujar remolinos
profundos,
descargar sus movimientos
en mi armazón de piedra,
consiguiendo plasmar,
(con el mismo método continuo)
la sensación de tocar la
arena firme.
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